¿Existió realmente el pensamiento liberal en el Perú?

En el Perú la escena política parece estar signada por dos actores: los fujimoristas y los antifujimoristas, sin espacio para aquellos que se resisten a ser encajonados en bandos o en emociones. El problema es que la política de facciones suelen hacer de la política un ring y no una mesa de diálogo. Si no vas por alguno, la gravedad te llevará; porque en el Perú si no eres “x”, entonces eres todo lo contrario.

El fujimorismo está tan personalizado que se puede ser de derecha y fujimorista, que es lo común; pero también se puede ser de centro y fujimorista. El antifujimorismo tampoco propone, es confrontación pura. Tal es la emoción que entraña la política peruana que se debe odiar el “todo” como un paquete o considerarse del bando contrario. Rechazar el referéndum, por ejemplo, no admite razones de fondo: “eres naranja”. Apoyarlo sin argumentos te convierte en “anti”.

Para ser claros, no existen identidades ideológicas en el Perú, sino posiciones dicotómicas que se reducen a solo una disyuntiva: autoritarismo o “no autoritarismo”. Ese parece ser por ahora el juego de la política moderna; que no tiene nada de moderna, si no tiene deliberación de contenidos.

En realidad, el fujimorismo no es tan de derecha como se cree, esta es solo una ubicación por default. Tampoco los gobiernos precedentes, desde Toledo a PPK-Vizcarra, consolidaron una manera de pensar ni fueron propiamente gobiernos liberales, sino tecnocracias mercantilistas. La corrupción (que, por cierto, no solo es patrimonio judicial) nos advierte que el intervencionismo ha sido el sello de agua de todas las administraciones.

 

En el Perú se habla de muchos liberales peruanos aparecidos en el siglo XIX recurriendo a una definición del liberalismo que tiene que ver con la independencia. Se denominaba liberal a todo aquel que estuviera en contra del antiguo régimen colonial de privilegios.

En ese sentido, se caía en el error de llamar liberal a todo aquel que estuviera a favor de la emancipación del Perú, incluyendo a Simón Bolívar, quien luego de liberar a las colonias españolas pretendió ser un presidente vitalicio con la prerrogativa de nombrar a su sucesor; tal y como hacían los reyes en las monarquías.

La influencia de Bolívar en el Perú fue tan grande que la ley de febrero de 1824 consiguió que se hiciera un receso en el congreso y se le otorgaran poderes dictatoriales al “libertador”.

En 1825 el congreso nuevamente le otorgó poderes absolutos mediante un documento que decía los siguiente:

“El libertador podrá suspender los artículos constitucionales y decretos que estén en oposición con la exigencia del bien público”

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Así comenzó la república en el Perú, con hechos contrarios a la libertad que se decía perseguir.

Bolívar tenía una forma muy particular de concebir la libertad recién ganada por las colonias sudamericanas y bajo esa concepción afirmaba:

“El presidente de la República viene a ser en nuestra constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua porque en los sistemas sin jerarquías se necesita, más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados, los ciudadanos, los hombres y las cosas”

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Se dice que en el Perú nunca hubo un gobierno liberal, a lo sumo existieron gobiernos que recuperaron libertades que otros arrebataron, pero recuperar libertades que se tenían antes no es estrictamente liberalismo.

El liberalismo es una doctrina sobre la forma ideal de organizar el gobierno y la sociedad. Y tal filosofía nunca existió en el Perú.

En un régimen liberal rige el Estado neutral, el lobby es restringido, no se crean o modifican reglas en favor de terceros y la tendencia es a la reducción de las entidades públicas y de su burocracia. Los liberales no crean nuevos ministerios, ni transan para pasar por encima de normas de neutralidad frente a los privados. Tampoco potencian elefantes blancos ni incrementan año a año el presupuesto, para cubrirlo luego con más cargas tributarias; no desincentivan la inversión, y abren el mercado a los privados y no el Estado a las clientelas políticas.

Se cree que una ley “antitáper”, una sanción al clientelismo electoral, acabará con la compra del activismo o la inducción de votos, olvidándonos que una forma de saltar la garrocha de la ley es ofrecer puestos públicos a los que colaboraron en nuestra campaña. ¿Cuántos asesores o asistentes en el Congreso o en entidades del Ejecutivo fueron activistas en campaña y lo son aún? Los técnicos, se decía bien, se alquilan; hoy se premian.

Representantes del liberalismo peruano

Sin embargo, con respecto a pensadores que adelantaron ideas a favor de las libertades sí existieron algunos antecedentes interesantes en el siglo XIX, como el caso de José Simeón Tejeda, quien llegó a ser presidente del Congreso y escribió un libro titulado “Libertad de la industria” en 1852.

Otro personaje en el mismo siglo XIX es José María Quimper, de quien Alberto Salomón dijo que “fue un liberal sereno y convencido hasta la muerte”. Quimper fue autor del libro “Liberalismo” de 1886.

Luis Felipe Villarán es otra de las figuras representativas del liberalismo peruano que aparece a finales del siglo XIX y comienzos del XX, quien aporta nociones de derecho con respecto a la libertad.

Durante el siglo XX surge la figura de Pedro Beltrán, quien no solo es importante por su obra periodística a través de su diario La Prensa, sino también por la consistencia de sus ideas.

A inicios de los 80, después de que los diarios volvieran a sus legítimos dueños, llegan a La Prensa un grupo de jóvenes universitarios entre los que estaban Federico Salazar, Enrique Ghersi, Mario Ghibellini, Iván Alonso, Franco Yufra, Jaime Bayly y Álvaro Vargas Llosa.

Estos jóvenes periodistas entran en contacto con Hernando de Soto quien llegaba al Perú con ideas nuevas y era conocedor de la obra de varios pensadores liberales.

Otro personaje que ondeó la bandera de liberalismo en el Perú fue Mario Vargas Llosa, quien se opuso a la estatización de la banca en 1987 y a partir de ahí formó un movimiento político llamado Libertad. Quien tiró por la borda a Libertad, zurrándose en su herencia política y en los jóvenes.

 

Finalmente está Carlos Boloña, quien con un grupo de economistas hizo las reformas del año 1993 que contienen varias liberalizaciones, PERO NO UN LIBRE MERCADO, SINO MAS BIEN APOSTÓ POR MERCADO REGULADO.

No veo un gobierno ni un proyecto liberal en el Perú porque no hay un partido liberal. La política criolla, a falta de ideas, no se define por doctrinas, sino por liderazgos. Y estos esconden las ideas. ¿Qué es Peruanos por el Kambio, sino un Frankenstein que reúne diversas piezas? ¿Qué es la izquierda, sino una reedición tímida del chavismo o del humalismo anodino o del “antifujimorismo” militante? ¿Qué es ser “caviar” (odio el término)? Pues nada, porque no hay un summum de ideas detrás, salvo algunas posiciones progresistas en las que la ideología se reduce a estar a favor del aborto o de la unión entre personas del mismo sexo. En realidad, posiciones tan fragmentarias solo sirven para lucir convicciones individuales, tal vez lobbies, nunca ideologías.

Lo único que no se ha ensayado hasta ahora es el liberalismo (en la vertiente que guste, desde Friedman a Hayek) porque nos sobra el patrimonialismo, el mercantilismo, el lobbismo, el clientelismo, el estatismo y el sultanismo en las entrañas del poder burocrático y de las instituciones, entre otras perlas. Así que cuando me hable de política no me pregunte si soy “anti” o si soy “pro” con relación a alguien, no subestime mi inteligencia. Por lo general tengo el vicio de los que se alinean por las ideas, no por las personas.

La reciente publicación de Liberalismo criollo. Ricardo Palma, ideología y política (1833-1919), del historiador sanmarquino  Carlos Pérez Garay, cumple con llenar uno de los grandes vacíos de la historia política peruana del siglo XIX. El esfuerzo por presentar al célebre tradicionista articulado al agitado devenir  político decimonónico se sostiene en una investigación en  importantes repositorios documentales y en un ambicioso manejo de diversas fuentes.

El propósito central del libro es caracterizar el tipo de liberalismo ejercido por Palma en un contexto marcado por una permanente inestabilidad. En ese sentido, para el autor, bien vale la pena preguntarse sobre las calidades de nuestro liberalismo a través de la trayectoria de un escritor tan relevante como Palma. Esto lo lleva a establecer una primera polarización entre el campo literario y el campo político frente al cual el autor de las Tradiciones peruanas se encontró, cuando menos, en permanente confrontación.

El libro se ocupa de referir, en principio, el nacimiento liberal de Palma a partir de su filiación romántica, desde la que funda su rebeldía e inconformidad, así como su temprana participación en un tipo de periodismo activo que le sirvió como una trinchera para oponerse a los gobiernos de turno. Luego continúa con el periodo que comprende su labor política y partidaria (1852- 1867), en el que se vincula con diferentes gobiernos. Mencionemos, entre ellos, el de Echenique; el de Vivanco que lo expone, según el autor, a la contradicción de tener que defender a un conservador siendo él un liberal; el de Castilla frente al cual se sitúa en una circunstancia política que lo convierte en un conspirador contra su gobierno; y el de Balta, a quien apoya en 1865.

De acuerdo con el autor, los años del exilio en Chile (1860-1862)  vinculan a Palma con la investigación en las fuentes del propio liberalismo, lo acerca a los peruanos exiliados en Valparaíso y despierta su interés por la historia de la Inquisición, hecho que le permitirá, luego, escribir su libro Anales de la Inquisición en Lima (1863).

De otro lado, el libro estudia la labor parlamentaria de Palma desde 1868 a 1873, a partir de las legislaturas ordinarias, un aspecto poco atendido y desarrollado por los historiadores políticos. Hacia 1873, cuando Palma se aleja de la política activa, empieza a publicar sostenidamente sus famosas tradiciones en El correo del PerúMención aparte merece el estudio del apoyo de Palma a Piérola durante la Guerra con Chile.

El libro se cierra con un interesante capítulo sobre las observaciones de Palma sobre la vida pública desde el marco del liberalismo político. A partir de un análisis de su correspondencia y de sus escritos políticos se establece el respeto de Palma al orden republicano, su irreductible lucha contra todo clericalismo y su fe inquebrantable respecto de la imposibilidad del regreso del régimen monárquico a América del Sur. Vale la pena destacar el estricto seguimiento a Palma hasta sus últimos años, cuando ya lejos de la política activa, desde su casa de Miraflores, sigue pronunciándose polémicamente, por ejemplo, sobre la caída de Billinghurst y diversos temas de la coyuntura.

Para concluir, diremos que este es el libro de un historiador cuyo manejo solvente de las fuentes y un exhaustivo trabajo en archivos, nos permite realizar un recorrido político (a través de sus casi cuatrocientos páginas) hasta cierto punto inédito por el siglo XIX, a pesar de las grandes contribuciones existentes en torno a la biografía de uno de los más importantes escritores peruanos.

Por: Jorge Valenzuela

FUENTES:
https://coyunturaeconomica.com/historia/liberalismo-en-el-peru
https://elmontonero.pe/columnas/liberalismo-peruano
https://elmontonero.pe/columnas/palma-y-el-liberalismo-criollo

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