Las propuestas liberales tendrían mucho más acogida si fuesen formuladas con mayor empatía y solidaridad

ALFREDO TORRES

Presidente ejecutivo de Ipsos Perú

Mientras el “socialismo del siglo XXI” se desmorona en Venezuela en medio de la violencia, el caos económico y la corrupción, en el Perú –que ya sufrió la inviabilidad de ideas parecidas– se respira cierto auge del pensamiento liberal. Ante el desconcierto que genera esta crisis para los socialistas, resulta tentador imaginar un péndulo que va ahora desde la izquierda hacia la derecha en la región y que permite reforzar la posición del liberalismo en el Perú.

 

No obstante, clasificar las posiciones ideológicas en un solo eje de izquierda a derecha es claramente insuficiente. En realidad, es posible distinguir al menos dos líneas que se cruzan: una que mide actitudes económicas y otra que mide actitudes políticas. En términos gráficos, se puede trazar un eje horizontal que va desde el socialismo hasta el liberalismo económico y otro eje vertical que va desde el autoritarismo hasta el liberalismo político. Así, se puede distribuir a los líderes políticos y a la ciudadanía en cuatro cuadrantes: uno socialista y autoritario; otro socialista y políticamente liberal; otro económicamente liberal y autoritario; y, finalmente, uno política y económicamente liberal.

 

 

 

A las dimensiones económicas y políticas podría añadírsele un eje social, que vaya desde el conservadurismo de inspiración religiosa hasta el liberalismo social (actitudes hacia la vida sexual, el consumo de drogas, etc.). Es decir, el pensamiento liberal tiene muchas facetas, que no siempre son asumidas por todos los que se proclaman liberales. En el Perú, por ejemplo, tenemos defensores del liberalismo económico que son socialmente conservadores y otros que son liberales en los ámbitos económico y social pero que tienen inclinaciones autoritarias.

 

En las últimas décadas, la tendencia en el mundo occidental ha sido hacia el liberalismo, aunque con marchas y contramarchas. En el ámbito político, cayó el muro de Berlín y las democracias han proliferado, pero en algunos casos se ha elegido a líderes autoritarios. En el ámbito económico, se ha incrementado el libre comercio internacional pero en algunos países se ha reavivado el proteccionismo. En el ámbito social, la apertura hacia las distintas opciones de conducta sexual se ha extendido rápidamente, aunque en Europa está reviviendo la xenofobia.

 

En el Perú, el avance del liberalismo ha sido más lento. Si bien se ha generalizado entre los líderes de opinión y la prensa –la mayoría de quienes tenemos la oportunidad de expresarnos periódicamente nos identificamos con el liberalismo–, no se aprecia un avance significativo en la opinión pública. En el ámbito económico, si bien el éxito del modelo ha llevado a que la mayoría apoye la economía de mercado, todavía un amplio sector se identifica con planteamientos controlistas o incluso estatistas. En política, la propensión al autoritarismo que caracterizó a la época del terrorismo, se reaviva ante el crecimiento de la delincuencia. En el ámbito social, la mayoría aprueba el uso de anticonceptivos, pero se opone a la unión civil entre personas del mismo sexo.

 

Tampoco es clara la evolución de los políticos peruanos hacia el liberalismo. La mayoría son pragmáticos y dicen lo necesario para sintonizar con el electorado. En la economía, por ejemplo, reconocen algunos aspectos del modelo pero recurren a ofertas populistas para captar votos. Si llegan al gobierno, están dispuestos a seguir los consejos de la tecnocracia para conseguir buenos resultados siempre que estos no generen demasiadas resistencias.

 

 

 

Por lo tanto, el pensamiento liberal tiene todavía un largo camino por delante para avanzar en el enraizamiento de sus ideas en la ciudadanía. En mi opinión, un desarrollo más sostenible del pensamiento liberal en el Perú depende de dos factores: saber distinguir cuándo ser tolerantes y cuándo no serlo; e introducir una buena dosis de empatía y espíritu solidario en sus propuestas. La tolerancia y la empatía suelen estar más presentes en los liberales políticos y sociales, pero no siempre entre los liberales económicos.

 

La tolerancia es un principio fundamental del liberalismo desde Locke y Voltaire. Lo más alejado del liberalismo es el fundamentalismo. Un liberal auténtico siempre asume que el otro puede tener la razón. Es legítimo defender ideas con apasionamiento pero no debemos dejarnos llevar por prejuicios o una desconfianza exacerbada al emitir una crítica.

 

Hay veces, sin embargo, que la intolerancia es necesaria: frente a la violencia y la corrupción, que son las mayores amenazas a la libertad, como ahora en Venezuela. Lo que debemos recordar es que estos males no solo están en el campo opuesto sino que también pueden aparecer en personas ideológicamente cercanas y deben ser igualmente denunciadas.

 

Por último, las propuestas liberales tendrían mucho más acogida si fuesen formuladas con mayor empatía y solidaridad. El Estado liberal no puede ser un Estado minimalista sino uno que facilite la iniciativa y la competencia pero que también se ocupe en brindar mejores oportunidades y apoyo a los menos favorecidos.

FUENTE:
https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/futuro-liberalismo-peru-alfredo-torres-294951-noticia/?ref=ecr

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